En esta ocasión nos juntamos un
nutrido grupo, tanto de niños como de adultos, pero aunque éramos muchos,
contaba con la ayuda de unos amigos y de una pareja de “espeleo-amigos” de
Burgos que nos acompañaban con sus hijos.
La cueva, en principio, no es complicada, aunque si tiene una entretenida gatera y una trepada casi al final, en la que hay que tener mucho cuidado, en especial con los peques.

La entrada a la cueva es bastante
divertida: un agujero relativamente pequeño en el que hay que “colocarse”.
Alguno de nuestros acompañantes de ese día prefirió no pasar. Nosotros colocamos
una cuerda por si acaso, ya que después del “agujero” de entrada viene una
rampa larga que, en ocasiones, suele patinar.
Una vez abajo salen dos galerías,
una a nuestra izquierda. y otra a nuestra derecha. Dejamos la de la izquierda.
para el final. Estas se comunican por un paso alto, pero un tanto peligroso, por lo que al ir muchos, seguimos por el camino normal, como gente seria…
Según vamos andando, la cueva se va volviendo más entretenida y bonita, hasta que llegamos a la gatera, un estrecho paso. Tras algún intento, nadie se decidió a pasar, así que me toco romper el fuego. Poco a poco fueron pasando todos,
unos más ladeados, otros más torcidos, algún resoplo, pero bien, todos pasamos mejor
o peor, pero todos llegamos al otro lado, nadie quedo atrás, y esa voluntad es
la que cuenta. Eso si es espíritu. Premio para todos….

Pasada la gatera está la parte más
bonita de la cueva. Seguimos todos hasta llegar a una pequeña escalada en la que hay puesta
una cuerda. Los niños más mayores subieron con algunos padres y el resto nos
dimos la vuelta con los peques (yo ya la he subido varias veces y hacía falta gente
para acompañar a los txikis, así que vuelta).


Volvimos a pasar la gatera, esta
vez más sueltos, y esperamos al resto, en una salita pasando el rato con esa
alegría que nos caracteriza. Al rato volvimos a juntarnos todos. Luego unos
pocos salieron de la cueva y el resto nos fuimos a disfrutar en la otra
galería, donde hay un tobogán de barro con el
techo bajo. Todo salió bien, excepto que no había barro, estaba seco y apenas
resbalaba. Y es que no se puede todo.
Pese a ello resultó muy entretenido.
De aquí ya vuelta, y última
contorsión en la salida entre bromas y risas del resto, que nos esperaban fuera.
Bonita y divertida cueva.
Y como aún quedaba día (aunque menos porque nos tocó el cambio de hora) fuimos a dar
un paseo hacia los laberintos de
piedra, pero nos guardamos esa
historia…
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